"Encontrarás más en los bosques que en los libros. Los árboles y las piedras te enseñarán lo que nunca aprenderás de los maestros." San Bernardo de Claraval
La mística celta, propia de Europa, ha sido una de las tradiciones espirituales más antiguas y únicas del continente, con una profunda conexión con la naturaleza, los elementos y una cosmovisión que incluía lo divino en todas las cosas. A lo largo de los siglos, sin embargo, la influencia de otras tradiciones místicas, tanto orientales como hebreas, ha cambiado o modificado el panorama espiritual de Occidente. La llegada y expansión de estas tradiciones místicas han afectado, en cierta medida, la práctica de la mística celta, si bien nunca se ha "sepultado" por completo.
Si bien las místicas hebrea y oriental han traído nuevas formas de contemplación, meditación y esoterismo, la mística celta ha resistido su desaparición en muchos aspectos. La espiritualidad celta sigue viva en la tradición cristiana, especialmente en las prácticas de monjes y eremitas celtas, que han mantenido la conexión con la naturaleza, la reverencia por lo sagrado en lo mundano y una visión mística de lo divino.
San Bernardo de Clairvaux, uno de los monjes más influyentes del siglo XII, es conocido principalmente por su papel en la expansión de la orden cisterciense, su fervoroso misticismo y su dedicación al cristianismo. Sin embargo, tras la figura austera y profundamente religiosa de este santo, se esconde un personaje cuyo pensamiento y espiritualidad parecen tener una conexión más profunda y misteriosa con las tradiciones precristianas de Europa, especialmente con las tradiciones celtas que dominaron gran parte del continente antes de la llegada del cristianismo.
Aunque su vida y obra están inscritas principalmente dentro del marco cristiano medieval, muchos aspectos de su vida, sus creencias y su misticismo apuntan a una visión más amplia, que parece vincularlo con el legado oculto de los druidas y las antiguas enseñanzas espirituales europeas. Este artículo explora la figura de San Bernardo desde una perspectiva renovada, presentándolo como un "cripto druida" de su tiempo y el posible eslabón perdido entre las tradiciones celtas perdidas y las corrientes espirituales actuales.
La
Influencia Celta en su Origen: Desde el Corazón de la Galia.
San
Bernardo nació en Fontaine-lès-Dijon, cerca de la región de
Borgoña, en el centro de Francia, en 1090. Aunque su vida
transcurrió dentro de un entorno cristiano, no podemos olvidar que
la región donde creció había sido un fervoroso centro de la
tradición celta antes de la expansión romana y la cristianización
de Europa. Lyon, por ejemplo, no solo era un importante centro
romano, sino también un santuario celta donde se veneraba a los
dioses de la naturaleza. A través de su cercanía a esta antigua
región, San Bernardo estuvo vinculado desde su infancia a una
corriente espiritual precristiana que influiría en su forma de
concebir lo divino y su relación con la naturaleza.
La Naturaleza como Puente Espiritual
Los celtas veneraban la naturaleza como un reflejo directo de lo divino. Los árboles, las rocas, los ríos y las montañas no solo formaban parte de su entorno, sino que eran símbolos de sabiduría y conexión con el cosmos. En este sentido, los druidas eran los guardianes de un conocimiento sagrado, en el que se encontraba una comprensión profunda de la interrelación entre el ser humano y la naturaleza.
San Bernardo, aunque inmerso en la tradición cristiana, nunca negó la mística de la naturaleza. De hecho, su misticismo contemplativo no era ajeno a los elementos de la creación. Es conocido por haber encontrado mayor conocimiento en la meditación sobre las rocas y los árboles que en las enseñanzas de los maestros, un pensamiento que no difiere mucho de la visión druídica, que encontraba en los árboles y en las rocas una conexión directa con lo divino. Este tipo de espiritualidad basada en el vínculo con la naturaleza es un legado claro de las antiguas creencias celtas, que pensaban que la sabiduría podía ser recibida directamente de la tierra.
La
Leche de la Virgen: Un Símbolo de Nutrición Espiritual
Uno
de los episodios místicos más conocidos de San Bernardo fue su
visión de la leche de la Virgen, un símbolo de pureza y nutrición
espiritual. Aunque este episodio está claramente dentro del marco de
la espiritualidad cristiana, si se observa más de cerca, nos
recuerda al simbolismo celta de lo femenino y lo materno. En las
antiguas tradiciones celtas, la diosa madre era una figura central,
representando la fertilidad, la sabiduría y el sustento. La Virgen
María, como figura materna en la religión cristiana, asume un papel
similar, proveyendo de alimento espiritual a sus devotos. La visión
de San Bernardo de la leche de la Virgen podría interpretarse como
una actualización cristiana de las antiguas tradiciones celtas de
veneración a lo femenino divino, lo que sugiere una sinergia
subyacente entre las tradiciones religiosas cristianas y las
espirituales celtas.
Su
Influencia en los Templarios: Un Vínculo con el Conocimiento
Secreto
San
Bernardo también tuvo una influencia directa en la creación de la
Orden del Temple, una de las órdenes religiosas y militares más
enigmáticas de la Edad Media. La relación de los templarios con las
antiguas tradiciones espirituales es ampliamente discutida: muchos
estudios sugieren que la orden poseía un conocimiento esotérico
profundo que podría haber tenido sus raíces en las antiguas
creencias celtas, especialmente en su simbolismo y su énfasis en la
conexión con lo divino a través de la naturaleza.
San Bernardo, al apoyar la creación de los Templarios y al redactar su regla, no solo contribuyó a su estructura cristiana, sino también a una cierta visión mística que se aleja de la rigidez dogmática del cristianismo de la época. La orden, bajo la influencia de San Bernardo, se convirtió en una institución que no solo estaba orientada a la protección de los peregrinos y la guerra santa, sino también en una vía para la búsqueda de un conocimiento más profundo, que algunos estudiosos sugieren que podría haber estado vinculado con el antiguo conocimiento druídico sobre la naturaleza, los ciclos de la vida y la espiritualidad esotérica.
San Bernardo: Un Cripto Druida.
Si bien San Bernardo era un ferviente cristiano y monje cisterciense, su vida y obra podrían sugerir que fue también un “cripto druida”, un hombre que, al estar inmerso en el mundo cristiano medieval, mantuvo en su interior una profunda conexión con las antiguas tradiciones espirituales de Europa, aquellas que se habían perdido a lo largo de los siglos tras la cristianización del continente. El misticismo de San Bernardo, su relación con la naturaleza, su énfasis en la pureza espiritual y su visión del mundo como un lugar lleno de presencia divina pueden ser vistos como una continuación de la espiritualidad druídica, adaptada a un contexto cristiano.
El
Eslabón Perdido entre la Tradición Celta y la Actualidad
San
Bernardo, en muchos aspectos, representa el eslabón perdido entre la
tradición celta y las corrientes espirituales modernas. Su
pensamiento, aunque profundamente cristiano, conserva elementos de
las antiguas creencias sobre la conexión entre el hombre y la
naturaleza, el simbolismo de la luz y la oscuridad, y el conocimiento
místico que se recibe directamente de la creación. En un mundo que
a menudo separa lo divino de lo natural, la figura de San Bernardo
nos recuerda que la espiritualidad profunda puede encontrarse no solo
en las escrituras sagradas, sino también en los árboles, las rocas
y el latido de la tierra.
La conexión de San Bernardo con la tradición celta es particularmente significativa, ya que su espiritualidad y sus enseñanzas parecen haber estado influenciadas por las corrientes filosóficas y religiosas de la antigua Europa. El símbolo de la serpiente que escapa de un vaso roto, utilizado por Bernardo y los templarios, es una clara referencia a las tradiciones druídicas celtas. La serpiente, un símbolo de sabiduría y conexión con las fuerzas telúricas, refleja la percepción del mundo como un lugar donde lo sagrado y lo terrenal se entrelazan, una idea también presente en la mística cristiana de San Bernardo.
Asimismo, en su vida y escritos, San Bernardo mostró una profunda afinidad con el simbolismo céltico de la trinidad, un concepto fundamental tanto en la religión celta como en el cristianismo. Al igual que los druidas, que adoraban una divinidad trinitaria, San Bernardo y los templarios adoptaron la noción de la unidad en la multiplicidad, con una interpretación cristiana del número tres en relación con la Trinidad divina. Este simbolismo se encontraba también en las prácticas litúrgicas de la Orden del Temple, donde se observaba el número tres en momentos cruciales de la vida cristiana, como la comunión o la misa.
La vida de San Bernardo, además, estuvo marcada por experiencias místicas que lo conectaron con la naturaleza y las fuerzas cósmicas. En sus cartas, Bernardo hablaba de la miel que se encuentra en las piedras y el aceite que brota de la roca, imágenes que remiten a la simbología celta de la resurrección y la vida eterna.
En la actualidad, muchos buscan reconectar con las tradiciones antiguas de sabiduría que, aunque sueltas y fragmentadas, siguen resonando en la cultura popular y las prácticas espirituales modernas. La figura de San Bernardo puede ser vista como una clave para reconstruir ese puente perdido, una figura que, en su tiempo, fue capaz de integrar la herencia mística celta con las enseñanzas del cristianismo medieval, ofreciendo una vía hacia una espiritualidad más profunda y conectada con el mundo natural.
San Bernardo de Clairvaux, al igual que un cripto druida, puede ser considerado como el último gran eslabón entre la tradición mística celta y la espiritualidad cristiana medieval. Su vida, marcada por la contemplación, el misticismo y su relación con la naturaleza, parece mantener una conexión profunda con las antiguas creencias de Europa. Así, la figura de San Bernardo trasciende las fronteras del cristianismo medieval, ofreciéndonos una visión renovada de cómo las tradiciones perdidas de la espiritualidad celta pueden seguir vivas en las corrientes religiosas y filosóficas contemporáneas.